Linsey Boyd, una camarera de un café en Michigan tuvo que revisar varias veces y aclarar el pago con su cliente, pues la cuenta de $32 dólares incluía una propina de 10 mil.
El comensal tuvo que explicar a la joven, que no había error alguno y que, efectivamente, el reconocimiento a su servicio era de 10 mil dólares que debía compartir con sus compañeros; es decir, a cada trabajador del Mason Jar Café en Benton Harbor, le tocarían mil 100 dólares.
Ya más tranquila, la camarera fue a contarle a sus compañeros acerca de la generosa propina, sin embargo, la buena nueva se vio opacada por la decisión de sus patrones de darle un descanso como «día de salud mental».
Pero ese día se volvió dos, y esos dos tres, hasta que por teléfono sus jefes le dijeron que no regresara.
Linsay, madre de familia, se vio sin trabajo por vez primera en 15 años.
Al respecto, los propietarios del Mason Jar Café alegaron que el despido de la mesera no tenía relación con la propina o sus consecuencias.
Sólo falta ver qué dicen las autoridades laborales estadounidenses.
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