n una Casa Blanca decorada para las fiestas, Donald Trump se dirigió a la nación con un mensaje con el que buscó transmitir confianza: la economía estadounidense, asegura la administración, estaría encaminada hacia un 2026 “deslumbrante”. Sin embargo, el clima económico que perciben millones de hogares es bastante menos luminoso.
La contradicción entre el relato oficial y la experiencia cotidiana se ha vuelto el eje del debate económico en este cierre de año. A medida que se acercan las elecciones legislativas de mitad de mandato, la Casa Blanca enfrenta una presión creciente en un terreno políticamente sensible: la asequibilidad de la vida diaria, desde el supermercado hasta la vivienda.
Optimismo oficial, escepticismo social
La apuesta de Trump es conocida. Su “gran y hermosa” ley económica sería la palanca que impulsará salarios, empleo y consumo. En paralelo, cualquier disfunción persistente sería atribuida al legado del expresidente Joe Biden.
Pero las encuestas sugieren que una parte sustancial del país no compra ese diagnóstico. En un sondeo reciente de CBS News/YouGov, el 61% de los adultos afirmó que Trump hace que los precios y la inflación “parezcan mejores de lo que realmente son”. La aprobación presidencial sobre el manejo de la economía se ubicó en apenas 37%, con un leve repunte mensual que no altera la tendencia general.
Más revelador aún: los encuestados tuvieron más del doble de probabilidades de responsabilizar a las políticas de Trump, y no a las de Biden, por la situación económica actual. Es un dato políticamente incómodo para una administración que ha hecho del deslinde de responsabilidades una pieza central de su estrategia discursiva.
Inflación: enfriamiento técnico, alivio limitado
El costo de los alimentos sigue siendo uno de los principales focos de tensión. A nivel nacional, los precios de los alimentos continúan en ascenso, según la Oficina de Estadísticas Laborales. En el último año, el precio de la carne de res aumentó un 14%.
En términos interanuales, los alimentos subieron un 2,7% en los doce meses previos a septiembre, con incrementos muy superiores al promedio en productos básicos y de consumo cotidiano: el café encareció un 18,9%, la carne picada un 12,9% y los plátanos un 6,9%. Para los sectores de menores ingresos, estos aumentos tienen un impacto desproporcionado en el presupuesto familiar.
Este encarecimiento se produjo en un contexto marcado por decisiones de política económica y migratoria. La imposición de aranceles y la intensificación de la persecución de trabajadores migrantes empleados en la agricultura elevaron los costos de producción agroalimentaria, que luego se trasladaron a los precios finales.
El impacto social es significativo. Alrededor de 42 millones de personas dependen del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), el principal sistema de cupones de alimentos del país, que asiste aproximadamente a uno de cada ocho estadounidenses. El mes pasado, el programa se vio interrumpido durante el cierre del gobierno federal, profundizando la incertidumbre para millones de familias. Al mismo tiempo, al menos una de cada cinco personas tuvo que recurrir a un banco de alimentos en el último año.
De cara a 2026, la situación podría endurecerse aún más. La aprobación del amplio proyecto de ley de gastos introduce nuevos requisitos laborales que, a partir del próximo año, restringirán el acceso tanto al SNAP como a Medicaid, el programa de atención médica para estadounidenses de bajos ingresos.
En respuesta a la presión por el costo de vida, y en un movimiento que supone un giro táctico, la administración redujo el mes pasado aranceles sobre productos comestibles clave —como café, carne de res y frutas tropicales—, alejándose parcialmente de su política comercial más característica. La medida apunta a contener los precios en góndola, aunque su efecto inmediato sigue siendo limitado para muchos hogares, en especial para aquellos con ingresos bajos y medios.
La batalla por el relato
Desde la Casa Blanca, el mensaje sigue siendo de confianza. “Ellos tienen una retórica vacía. Nosotros tenemos una retórica con sustancia”, afirmó Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, en Fox News Sunday. Hassett prometió que los beneficios se verán “en las billeteras” y “en las facturas”, y adelantó reembolsos fiscales “enormes” para personas mayores y ciertos trabajadores, además de un futuro “gran plan” de vivienda.
Sin embargo, incluso en las proyecciones hacia adelante, el pesimismo relativo gana terreno. En la encuesta de CBS, más personas creen que las políticas de Trump los dejarán en peor situación financiera en 2026 (45%) que en una mejor (27%). Un sondeo reciente de NPR/PBS News/Marist Poll muestra una tendencia similar: solo el 33% espera que sus finanzas mejoren en 2026, frente a un 48% que pensaba lo mismo en junio.
Trump insiste en otorgarle a su economía la máxima nota. Los votantes, en cambio, la reprueban: apenas el 5% calificó la economía con una “A” en la encuesta de CBS. La mayoría la repartió entre notas mediocres y suspensos: “C”, “D” y “F”.
En esta Navidad estadounidense, el contraste es evidente. Mientras la administración proyecta luces largas hacia un futuro de crecimiento, una parte creciente del país sigue lidiando con un presente donde el alivio económico se siente parcial y frágil.





